La creciente disputa por la hegemonía política y económica del Golfo Pérsico ha llevado a Arabia Saudita a incrementar su injerencia en esta zona rica en petróleo y a aumentar la provocación contra Teherán. ¿Será Arabia Saudita la que realice un ataque contra Irán, dirigido por Estados Unidos?
Por Maximiliano Sbarbi Osuna
La rivalidad entre Arabia Saudita e Irán se incrementó con la llegada de la revolución islámica antinorteamericana que tomó el poder en Teherán en 1979. El control por la influencia geopolítica de la región del Golfo Pérsico produjo que ambos países intensificaran sus influencias económicas y militares, para intentar alcanzar una superioridad en todos los terrenos con respecto a su contrincante.
Pero durante este año, la creciente posibilidad de un ataque norteamericano o israelí a Irán aceleró los movimientos estratégicos de los países más poderosos de la región.
ENFRENTAMIENTO REGIONAL. A pesar de que ambas naciones son musulmanas, la mayoría de la población de Arabia Saudita es árabe y sunnita y la de Irán, en cambio, es persa y chiita.
Arabia Saudita, que está gobernada por la casa real Saud, es una estrecha aliada de Estados Unidos, Israel y gran parte del mundo árabe y, a su vez, es la principal proveedora de petróleo de Occidente. Mientras que Irán es una república dominada por una cúpula religiosa que mantiene lazos con Rusia, China y Siria, y ejerce influencia sobre las guerrillas antiisraelíes Hezbolla y Hamas. Además, Teherán es uno de los principales proveedores de hidrocarburos de Pekín.
Ambos países mantienen enormes disputas sobre la exportación de petróleo, ya que mientras la casa real saudita podría subsistir con un precio del barril de crudo a 40 dólares, Irán necesita que su valor se sitúe a más de 90 dólares, debido a las sanciones internacionales recibidas por su programa nuclear. Y Arabia Saudita cede a las presiones de Washington de incrementar su producción petrolera para que el precio se derrumbe, acción que el gobierno iraní repudia.
En tanto, Teherán, que sufre a menudo ataques de guerrillas sunnitas asentadas al este de su territorio, acusa a su vecino árabe de financiarlas, como también a la oposición política que busca una apertura en el gobierno persa. De la misma manera, Arabia Saudita señala a Irán como el responsable de las esporádicas sublevaciones de los chiitas, que constituyen un 15 por ciento de la población.
El enfrentamiento armado indirecto entre ambos países comenzó en Yemen, dado que una guerrilla chiita situada en el norte de este país, que limita con Arabia Saudita, amenazó al gobierno central yemenita durante 2009 y comienzos de 2010.
El reino árabe acusó a Irán de estar detrás de este levantamiento, que fue reprimido por la aviación y el ejército saudí, con la pérdida de más de cien soldados realistas en una difícil misión en las montañas.
El proceso de paz de Yemen iniciado este año constituyó un revés diplomático para Arabia Saudita, dado que el gobierno yemenita eligió al emirato de Qatar, que mantiene excelentes relaciones con Irán, como lugar de encuentro.
Además, cuando la tensión sube, Irán suele cuestionar la alianza de Washington con el reino saudí y su papel protector de los lugares sagrados musulmanes, con el objetivo de exacerbar el odio religioso.
PREPARATIVOS PARA LA GUERRA. La cuarta ronda de las sanciones impuestas meses atrás por la ONU a Irán, luego de que Estados Unidos rechazara el plan de fabricación de combustible nuclear iraní en Turquía, abrió la posibilidad de un ataque estadounidense o israelí contra el país persa.
La prensa árabe deslizó la posibilidad de que Arabia Saudita cediera un corredor aéreo para que la aviación de Israel bombardeara las instalaciones nucleares iraníes, aunque estas funcionen por el momento para producir energía eléctrica.
En caso de que Irán se propusiera construir armas nucleares, algo que no está demostrado porque Teherán necesita generar energía para limitar la importación de petróleo elaborado como combustible, no sería sólo para presionar a Israel, sino también a sus vecinos árabes del Golfo, principalmente a Arabia Saudita. Aunque esto aún no haya sucedido, la carrera armamentista ya se disparó en la región.
La compleja trama de apoyos interregionales obliga a que las potencias del Golfo financien a las guerrillas que operan en territorio enemigo. Arabia Saudita, además de la de Washington e Israel, cuenta con la alianza de Yemen, Kuwait, Omán, Egipto y una parte del Líbano.
Irán, además de apoyar a los movimientos armados en Líbano y Palestina, financia a los rebeldes chiitas de Yemen, Bahrein y tiene estrechas relaciones con Siria y Qatar. En caso de que se produzca un ataque contra Irán, los países de la región se verían arrastrados hacia la guerra. El gobierno de Irak podría desestabilizarse, ya que Irán también ejerce una enorme influencia sobre la mayoría chiita iraquí.
La guerra civil libanesa volvería a renacer, pese a los esfuerzos de integración que se han hecho en estos últimos veinte años. Claramente el gobierno de Beirut apoyaría a la coalición encabezada por Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita. Por su parte, los chiitas representados por Hezbollah podrían intentar una toma del poder, si el gobierno de coalición del país de los cedros se alinea con Washington.
Además, el mes pasado Arabia Saudita y sus aliados del Golfo iniciaron las negociaciones para adquirir armamentos, aviones de guerra y modernas flotillas lanzamisiles a Estados Unidos, por un valor de 123.000 millones de dólares. Del total de las compras, la mitad corresponde al reino árabe. Así, la aviación de guerra saudita va a superar a la iraní, cuyo fuerte es el ejército y los misiles de corto y mediano alcance adquiridos en los últimos años.
¿ARABIA SAUDITA PODRÍA LANZAR LA PRIMERA PIEDRA? La guerra aún parece lejana. Sin embargo, los indicios de que Arabia Saudita podría ser el que encabece el ataque contra Irán son variados. Aunque Israel ya ha bombardeado reactores nucleares de Irak (1981) y Siria (2007), en este caso, se vería arrastrada a una guerra contra el mundo musulmán, que afectaría su propia seguridad interna.
Además, Arabia Saudita debería cederle el paso aéreo, ya que Turquía enfrió sus relaciones con Tel Aviv luego de que Israel asaltara el buque que llevaba ayuda a Gaza. Del mismo modo, el gobierno de Irak rechazaría cederle su espacio a la aviación israelí.
En tanto, Qatar firmó con Teherán un documento de colaboración defensiva similar al suscripto entre Irán y Siria. Asimismo, el presidente persa Mahmud Ahmadinejad se encuentra de viaje por el Líbano para forjar una alianza con el gobierno de Beirut.
Los riesgos de una guerra contra Irán podrían implicar a toda la región, que es la principal abastecedora de petróleo del mundo. Por eso es posible que, por ahora, sólo se produzcan escaladas de tensión en las relaciones entre los dos bloques, principalmente entre Arabia Saudita e Irán.
El reino de Saud no permitiría un Irán nuclear, pero tampoco aceptaría una Persia poderosa que pudiera disputarle la hegemonía económica y política del Golfo Pérsico. Por eso, además de Israel, Arabia Saudita es el país que más interés tiene en debilitar a Irán. Pero cada paso debe ser medido, ya que la mínima alteración del frágil equilibrio regional podría generar consecuencias imprevisibles.
(Fuente: Veintitres Internacional )
Por Maximiliano Sbarbi Osuna
La rivalidad entre Arabia Saudita e Irán se incrementó con la llegada de la revolución islámica antinorteamericana que tomó el poder en Teherán en 1979. El control por la influencia geopolítica de la región del Golfo Pérsico produjo que ambos países intensificaran sus influencias económicas y militares, para intentar alcanzar una superioridad en todos los terrenos con respecto a su contrincante.
Pero durante este año, la creciente posibilidad de un ataque norteamericano o israelí a Irán aceleró los movimientos estratégicos de los países más poderosos de la región.
ENFRENTAMIENTO REGIONAL. A pesar de que ambas naciones son musulmanas, la mayoría de la población de Arabia Saudita es árabe y sunnita y la de Irán, en cambio, es persa y chiita.
Arabia Saudita, que está gobernada por la casa real Saud, es una estrecha aliada de Estados Unidos, Israel y gran parte del mundo árabe y, a su vez, es la principal proveedora de petróleo de Occidente. Mientras que Irán es una república dominada por una cúpula religiosa que mantiene lazos con Rusia, China y Siria, y ejerce influencia sobre las guerrillas antiisraelíes Hezbolla y Hamas. Además, Teherán es uno de los principales proveedores de hidrocarburos de Pekín.
Ambos países mantienen enormes disputas sobre la exportación de petróleo, ya que mientras la casa real saudita podría subsistir con un precio del barril de crudo a 40 dólares, Irán necesita que su valor se sitúe a más de 90 dólares, debido a las sanciones internacionales recibidas por su programa nuclear. Y Arabia Saudita cede a las presiones de Washington de incrementar su producción petrolera para que el precio se derrumbe, acción que el gobierno iraní repudia.
En tanto, Teherán, que sufre a menudo ataques de guerrillas sunnitas asentadas al este de su territorio, acusa a su vecino árabe de financiarlas, como también a la oposición política que busca una apertura en el gobierno persa. De la misma manera, Arabia Saudita señala a Irán como el responsable de las esporádicas sublevaciones de los chiitas, que constituyen un 15 por ciento de la población.
El enfrentamiento armado indirecto entre ambos países comenzó en Yemen, dado que una guerrilla chiita situada en el norte de este país, que limita con Arabia Saudita, amenazó al gobierno central yemenita durante 2009 y comienzos de 2010.
El reino árabe acusó a Irán de estar detrás de este levantamiento, que fue reprimido por la aviación y el ejército saudí, con la pérdida de más de cien soldados realistas en una difícil misión en las montañas.
El proceso de paz de Yemen iniciado este año constituyó un revés diplomático para Arabia Saudita, dado que el gobierno yemenita eligió al emirato de Qatar, que mantiene excelentes relaciones con Irán, como lugar de encuentro.
Además, cuando la tensión sube, Irán suele cuestionar la alianza de Washington con el reino saudí y su papel protector de los lugares sagrados musulmanes, con el objetivo de exacerbar el odio religioso.
PREPARATIVOS PARA LA GUERRA. La cuarta ronda de las sanciones impuestas meses atrás por la ONU a Irán, luego de que Estados Unidos rechazara el plan de fabricación de combustible nuclear iraní en Turquía, abrió la posibilidad de un ataque estadounidense o israelí contra el país persa.
La prensa árabe deslizó la posibilidad de que Arabia Saudita cediera un corredor aéreo para que la aviación de Israel bombardeara las instalaciones nucleares iraníes, aunque estas funcionen por el momento para producir energía eléctrica.
En caso de que Irán se propusiera construir armas nucleares, algo que no está demostrado porque Teherán necesita generar energía para limitar la importación de petróleo elaborado como combustible, no sería sólo para presionar a Israel, sino también a sus vecinos árabes del Golfo, principalmente a Arabia Saudita. Aunque esto aún no haya sucedido, la carrera armamentista ya se disparó en la región.
La compleja trama de apoyos interregionales obliga a que las potencias del Golfo financien a las guerrillas que operan en territorio enemigo. Arabia Saudita, además de la de Washington e Israel, cuenta con la alianza de Yemen, Kuwait, Omán, Egipto y una parte del Líbano.
Irán, además de apoyar a los movimientos armados en Líbano y Palestina, financia a los rebeldes chiitas de Yemen, Bahrein y tiene estrechas relaciones con Siria y Qatar. En caso de que se produzca un ataque contra Irán, los países de la región se verían arrastrados hacia la guerra. El gobierno de Irak podría desestabilizarse, ya que Irán también ejerce una enorme influencia sobre la mayoría chiita iraquí.
La guerra civil libanesa volvería a renacer, pese a los esfuerzos de integración que se han hecho en estos últimos veinte años. Claramente el gobierno de Beirut apoyaría a la coalición encabezada por Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita. Por su parte, los chiitas representados por Hezbollah podrían intentar una toma del poder, si el gobierno de coalición del país de los cedros se alinea con Washington.
Además, el mes pasado Arabia Saudita y sus aliados del Golfo iniciaron las negociaciones para adquirir armamentos, aviones de guerra y modernas flotillas lanzamisiles a Estados Unidos, por un valor de 123.000 millones de dólares. Del total de las compras, la mitad corresponde al reino árabe. Así, la aviación de guerra saudita va a superar a la iraní, cuyo fuerte es el ejército y los misiles de corto y mediano alcance adquiridos en los últimos años.
¿ARABIA SAUDITA PODRÍA LANZAR LA PRIMERA PIEDRA? La guerra aún parece lejana. Sin embargo, los indicios de que Arabia Saudita podría ser el que encabece el ataque contra Irán son variados. Aunque Israel ya ha bombardeado reactores nucleares de Irak (1981) y Siria (2007), en este caso, se vería arrastrada a una guerra contra el mundo musulmán, que afectaría su propia seguridad interna.
Además, Arabia Saudita debería cederle el paso aéreo, ya que Turquía enfrió sus relaciones con Tel Aviv luego de que Israel asaltara el buque que llevaba ayuda a Gaza. Del mismo modo, el gobierno de Irak rechazaría cederle su espacio a la aviación israelí.
En tanto, Qatar firmó con Teherán un documento de colaboración defensiva similar al suscripto entre Irán y Siria. Asimismo, el presidente persa Mahmud Ahmadinejad se encuentra de viaje por el Líbano para forjar una alianza con el gobierno de Beirut.
Los riesgos de una guerra contra Irán podrían implicar a toda la región, que es la principal abastecedora de petróleo del mundo. Por eso es posible que, por ahora, sólo se produzcan escaladas de tensión en las relaciones entre los dos bloques, principalmente entre Arabia Saudita e Irán.
El reino de Saud no permitiría un Irán nuclear, pero tampoco aceptaría una Persia poderosa que pudiera disputarle la hegemonía económica y política del Golfo Pérsico. Por eso, además de Israel, Arabia Saudita es el país que más interés tiene en debilitar a Irán. Pero cada paso debe ser medido, ya que la mínima alteración del frágil equilibrio regional podría generar consecuencias imprevisibles.
(Fuente: Veintitres Internacional )