Aunque Estados Unidos y Arabia Saudita hayan protegido a la dictadura de Yemen, las masivas deserciones de altos mandos del Ejército, diplomáticos y legisladores dejan prácticamente aislado al presidente Saleh. Las amenazas sostenidas por Occidente y por el gobierno de Yemen de que la presencia de células de Al Qaeda, las rebeliones chiitas y el separatismo presente en el sur pueden ser controladas por Saleh pueden llegar a ser puestas a prueba si el presidente se ve forzado a renunciar. El riesgo de una guerra civil no es sólo una amenaza para que el mandatario se eternice en el poder, sino que existe esa posibilidad ante las divisiones sociales, si el gobierno de transición no logra controlar el país.
Manifestantes yemeníes exigen la renuncia del presidente, Ali Abdullah Saleh - AP
Las alertas lanzadas por el acorralado presidente yemenita, Ali Abdulah Saleh, recuerdan a las que había pronunciado el ex presidente egipcio Hosni Mubarak previo a su renuncia. Ambos aseguraron que sin su presencia el país se sumiría en un caos político y social y que el terrorismo proliferaría.
El presidente, un importante aliado de Estados Unidos en esta estratégica zona de la península Arábiga, se encuentra en el poder desde 1978. Las protestas populares comenzaron en enero como parte del contagio del levantamiento del mundo árabe, pero se intensificaron en febrero y marzo, con la represión y muerte de manifestantes a manos de policías leales al régimen.
Aunque, como en la mayoría de los países, en el país árabe más pobre el origen del descontento popular es la solicitud de una mayor apertura democrática y un pedido de mejora de la calidad de vida. La mitad de los 24 millones de yemenitas vive con menos de dos dólares al día, mientras que la desocupación supera el 35%.
Sin embargo, la dictadura se mantiene en el Poder Ejecutivo, dado que en el Parlamento existen partidos opositores y las elecciones legislativas suelen ser relativamente limpias.
¿HACIA EL CAOS?
Con las primeras protestas iniciadas en enero, el gobierno de Saleh anunció que continuaría su mandato hasta su final en 2013 y que no se presentaría a la reelección. Sin embargo, la presión de los manifestantes y el endurecimiento contrarrevolucionario de las fuerzas de seguridad, que dejó varias decenas de muertos, indignó a importantes miembros del Ejército, del Parlamento y del mismo gobierno, que como en el caso de Libia, se pasaron en las últimas horas al bando de los manifestantes.
Los tanques blindados de los miembros desertores del Ejército protegen a los manifestantes para evitar nuevas muertes. Hasta aquí el paralelismo con Egipto es notable.
Inmediatamente Saleh anunció que dejará el poder a un gobierno de transición a fines de 2011 o a principios del año próximo, porque si llegase a renunciar antes, se podría producir una guerra civil, que sería aprovechada por Al Qaeda para tomar el poder. Esta parte del discurso recuerda a las palabras de Gaddafi luego de haber comenzado la contraofensiva y ante los movimientos del Consejo de Seguridad para autorizar los bombardeos sobre Libia.
LA AMENAZA DE AL QAEDA Y DE LOS CHIITAS
Más allá de la retórica alarmista de Saleh, es cierto que Yemen es un caldo de cultivo para células terroristas de Al Qaeda. Quizás la amenaza haya sido exacerbada por Washington, pero existen motivos para que parte de la población se una al extremismo.
Uno de ellos es la pobreza del país y el otro es el constante flujo de migrantes somalíes, muchos de los cuáles luchaban dentro de la milicia Al Shabab y que fueron bombardeados por Estados Unidos en 2007 y 2008. Éstos cruzaron el golfo de Adén y se establecieron en Yemen, desde donde supuestamente prepararon operaciones terroristas contra un avión comercial estadounidense en Detroit en la Navidad de 2009 y el sofisticado envío de paquetes con explosivos químicos hacia Europa y Estados Unidos durante el año pasado.
Por otro lado, el 40% de la población es chiita y una parte de esta comunidad que se encuentra al norte, en el límite con Arabia Saudita, reclama una mayor autonomía. El gobierno real saudí reaccionó en 2009 bombardeando campamentos de los rebeldes chiitas, mientras que Saleh recibió de Washington armas y dinero para combatir a los chiitas del norte, a un grupo secesionista del sur y para aplastar a las presuntas células de Al Qaeda en las zonas tribales. Pero es difícil que la ideología de la red de Bin Laden prospere en Yemen, dado que la mayoría de los pobladores son sunitas de la rama Shafi’i. Al Qaeda rechaza muchas de estas ideas religiosas y se identifica más con el Salafismo, que promueve la casa real saudí.
Asimismo, aunque en este momento de crisis no fue mencionado, en 2009, ante el levantamiento chiita, Arabia Saudita y Yemen acusaron a Irán de financiar la rebelión, pero los cables de WikiLeaks recientemente publicados demuestran que la embajada norteamericana en Yemen no encontró indicios de la presencia iraní en esa revuelta.
LA IMPORTANCIA DE YEMEN
No caben dudas de que el gobierno de Yemen cuenta con el imprescindible apoyo estadounidense y saudita, pero eso no quita que no lo dejen caer como ocurrió con su aliado Mubarak. La doble moral en gestionar las crisis de Yemen y de Libia por parte de Washington y sus socios europeos se demuestra en los discursos y en las acciones de importantes personalidades.
Tanto el secretario de Defensa norteamericano Robert Gates, como el secretario general de la ONU Ban Ki-Moon repudiaron la violencia del gobierno de Yemen contra los manifestantes, pero no promovieron una acción armada como hicieron con Libia, siendo que la situación tiene puntos en común, como por ejemplo los disparos contra civiles desarmados y la desprotección de las comunidades minoritarias.
Más allá de ser un aliado antiterrorista de Estados unidos, Yemen dispone de reservas petroleras y además está situado estratégicamente frente a Somalía y a la entrada del Mar Rojo, por el que transita gran parte del comercio mundial y el 40% del petróleo que fluye desde el Golfo Pérsico.
Al igual que en Bahrein, el gobierno de Yemen solicitó nuevamente la intervención armada de Arabia Saudita. Sin embargo, la situación de la monarquía de Bahrein no es comparable a la de Yemen, ya que los chiitas son una mayoría en la isla de las perlas y están ligados estrechamente a sus pares que viven en Arabia Saudita, que constituyen un 15% de la población y son vistos como una amenaza por la casa real.
Es probable que Saleh caiga en las próximas horas, sin que la monarquía saudita ni Washington intervengan, con lo que se crearía un escenario similar al de Túnez y Egipto, es decir una especie de limbo legal, en el que las fuerzas democráticas van a intentar imponerse a las tribales y a las que mantuvieron el poder durante el viejo régimen, que van a aspirar a reacomodarse con el aval de Washington y el gobierno saudí.
No obstante, el alto grado de armamentismo doméstico presente entre la población, sumado al desconocimiento de cualquier autoridad por parte de las tribus en el este, presentan un peligro de que se inicie una guerra civil, en caso de que un gobierno de transición no logre unir a los diversos sectores del país.
El presidente, un importante aliado de Estados Unidos en esta estratégica zona de la península Arábiga, se encuentra en el poder desde 1978. Las protestas populares comenzaron en enero como parte del contagio del levantamiento del mundo árabe, pero se intensificaron en febrero y marzo, con la represión y muerte de manifestantes a manos de policías leales al régimen.
Aunque, como en la mayoría de los países, en el país árabe más pobre el origen del descontento popular es la solicitud de una mayor apertura democrática y un pedido de mejora de la calidad de vida. La mitad de los 24 millones de yemenitas vive con menos de dos dólares al día, mientras que la desocupación supera el 35%.
Sin embargo, la dictadura se mantiene en el Poder Ejecutivo, dado que en el Parlamento existen partidos opositores y las elecciones legislativas suelen ser relativamente limpias.
¿HACIA EL CAOS?
Con las primeras protestas iniciadas en enero, el gobierno de Saleh anunció que continuaría su mandato hasta su final en 2013 y que no se presentaría a la reelección. Sin embargo, la presión de los manifestantes y el endurecimiento contrarrevolucionario de las fuerzas de seguridad, que dejó varias decenas de muertos, indignó a importantes miembros del Ejército, del Parlamento y del mismo gobierno, que como en el caso de Libia, se pasaron en las últimas horas al bando de los manifestantes.
Los tanques blindados de los miembros desertores del Ejército protegen a los manifestantes para evitar nuevas muertes. Hasta aquí el paralelismo con Egipto es notable.
Inmediatamente Saleh anunció que dejará el poder a un gobierno de transición a fines de 2011 o a principios del año próximo, porque si llegase a renunciar antes, se podría producir una guerra civil, que sería aprovechada por Al Qaeda para tomar el poder. Esta parte del discurso recuerda a las palabras de Gaddafi luego de haber comenzado la contraofensiva y ante los movimientos del Consejo de Seguridad para autorizar los bombardeos sobre Libia.
LA AMENAZA DE AL QAEDA Y DE LOS CHIITAS
Más allá de la retórica alarmista de Saleh, es cierto que Yemen es un caldo de cultivo para células terroristas de Al Qaeda. Quizás la amenaza haya sido exacerbada por Washington, pero existen motivos para que parte de la población se una al extremismo.
Uno de ellos es la pobreza del país y el otro es el constante flujo de migrantes somalíes, muchos de los cuáles luchaban dentro de la milicia Al Shabab y que fueron bombardeados por Estados Unidos en 2007 y 2008. Éstos cruzaron el golfo de Adén y se establecieron en Yemen, desde donde supuestamente prepararon operaciones terroristas contra un avión comercial estadounidense en Detroit en la Navidad de 2009 y el sofisticado envío de paquetes con explosivos químicos hacia Europa y Estados Unidos durante el año pasado.
Por otro lado, el 40% de la población es chiita y una parte de esta comunidad que se encuentra al norte, en el límite con Arabia Saudita, reclama una mayor autonomía. El gobierno real saudí reaccionó en 2009 bombardeando campamentos de los rebeldes chiitas, mientras que Saleh recibió de Washington armas y dinero para combatir a los chiitas del norte, a un grupo secesionista del sur y para aplastar a las presuntas células de Al Qaeda en las zonas tribales. Pero es difícil que la ideología de la red de Bin Laden prospere en Yemen, dado que la mayoría de los pobladores son sunitas de la rama Shafi’i. Al Qaeda rechaza muchas de estas ideas religiosas y se identifica más con el Salafismo, que promueve la casa real saudí.
Asimismo, aunque en este momento de crisis no fue mencionado, en 2009, ante el levantamiento chiita, Arabia Saudita y Yemen acusaron a Irán de financiar la rebelión, pero los cables de WikiLeaks recientemente publicados demuestran que la embajada norteamericana en Yemen no encontró indicios de la presencia iraní en esa revuelta.
LA IMPORTANCIA DE YEMEN
No caben dudas de que el gobierno de Yemen cuenta con el imprescindible apoyo estadounidense y saudita, pero eso no quita que no lo dejen caer como ocurrió con su aliado Mubarak. La doble moral en gestionar las crisis de Yemen y de Libia por parte de Washington y sus socios europeos se demuestra en los discursos y en las acciones de importantes personalidades.
Tanto el secretario de Defensa norteamericano Robert Gates, como el secretario general de la ONU Ban Ki-Moon repudiaron la violencia del gobierno de Yemen contra los manifestantes, pero no promovieron una acción armada como hicieron con Libia, siendo que la situación tiene puntos en común, como por ejemplo los disparos contra civiles desarmados y la desprotección de las comunidades minoritarias.
Más allá de ser un aliado antiterrorista de Estados unidos, Yemen dispone de reservas petroleras y además está situado estratégicamente frente a Somalía y a la entrada del Mar Rojo, por el que transita gran parte del comercio mundial y el 40% del petróleo que fluye desde el Golfo Pérsico.
Al igual que en Bahrein, el gobierno de Yemen solicitó nuevamente la intervención armada de Arabia Saudita. Sin embargo, la situación de la monarquía de Bahrein no es comparable a la de Yemen, ya que los chiitas son una mayoría en la isla de las perlas y están ligados estrechamente a sus pares que viven en Arabia Saudita, que constituyen un 15% de la población y son vistos como una amenaza por la casa real.
Es probable que Saleh caiga en las próximas horas, sin que la monarquía saudita ni Washington intervengan, con lo que se crearía un escenario similar al de Túnez y Egipto, es decir una especie de limbo legal, en el que las fuerzas democráticas van a intentar imponerse a las tribales y a las que mantuvieron el poder durante el viejo régimen, que van a aspirar a reacomodarse con el aval de Washington y el gobierno saudí.
No obstante, el alto grado de armamentismo doméstico presente entre la población, sumado al desconocimiento de cualquier autoridad por parte de las tribus en el este, presentan un peligro de que se inicie una guerra civil, en caso de que un gobierno de transición no logre unir a los diversos sectores del país.
Fuente: Observador Global
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